Llovía sin parar en aquel callejón oscuro. Su cuerpo estaba empapado y tiritando de frio. Aquella mujer era hermosa aún en la oscuridad de la noche, difuminada por las gotas de agua que salpicaban su blanco rostro y su piel de porcelana. Llevaba esperando allí varias horas de pié, esperando a alguien que por lo visto no iba a llegar. Su vestido negro y su tocado en el cabello en forma de velo de encaje hacían prever que estaba de luto, o quizás venía de una fiesta importante. Ambas cosas opuestas y en si..relacionadas por el color oscuro y con poca relevancia para ella.
La farola empezó a parpadear. Un viejo Buick de la policía se acercó a ella, bajó la ventanilla del auto y la observaron alumbrándola con una linterna. Eran tiempos difíciles , una época soñadora llena de grandes oportunidades, pero también llena de decepciones. Estamos en 1955, y los policías estaban acostumbrados a detener bandas de jóvenes traficando con casi de todo lo que se podía considerar ilegal en aquel viejo barrio de Chicago. Una vez que vieron que solo era una mujer empapada y sola, subieron la ventanilla y se alejaron de allí con la mayor indiferencia del mundo.
Sus ropas estaban tan mojadas que dibujaban su silueta como si de una sirena se tratase. Una anciana la observaba a través de su ventana, viéndola como si fuera una loca plantada. De repente escuchó un sonido, era como el aleteo de un pájaro. Miró al cielo mientras las gotas golpeaban su fino rostro y allí estaba. En círculos un precioso gavilán aleteando sobre ella, alumbrado por la intermitente farola que era la casi única luz del lugar. Sus alas hacían que la lluvia parecieran diamantes al chocar contra sus plumas. No solo brillaban las gotas sino también su sonrisa. Ella empezó a sonreír mientras el Gavilán descendía sobre ella, y a su vez, entendía sus brazos como queriendo encontrarse con el y volar lejos.
Un sonido seco rompió la paz de la noche y el replicar de las gotas sobre los charcos. El suelo cambió de color y se tiñó de rojo mientras un cuerpo hermoso de desplomaba sobre el. Cerca de aquella calle dos bandas peleaban por una antigua venganza, uno de ellos disparó su revolver y una bala perdida la atravesó el corazón. Sus ojos se tornaron blancos mientras su pecho se convertía en una fuente de sangre y dolor. El gavilán se posó sobre ella, giró su pequeña cabeza hacia abajo mientras los ojos de la bella mujer se cerraban. Varias hojas cayeron del árbol del otro lado de la acera, pegándose en su cuerpo como queriendo levantarla del lugar. El gavilán emitió un sonido fuerte y agudo. Extendió sus alas y comenzó a volar a su alrededor.
El Buick de la policía llegó al lugar. Las luces de las sirenas empezaron a iluminar el callejón. Un viejo policía salió y vio allí tendida a la mujer. Pronto se dio cuenta de que era la que habían visto en la esquina, empapada. Se quedó observándola unos minutos, y se arrodilló junto a ella. La tocó y estaba helada. Se quitó su gorra en señal de duelo. De repente, dejó de llover. El Gavilán se detuvo a unos metros encima del cadáver .Su cuerpo empezó a levantarse levitando como dormido hacia el ave rapaz. Girando y goteando agua y sangre flotaba hacia el cielo mientras los policías observaban atónitos aquel momento.
Una poderosa luz salió de su interior haciendo que todos se cubrieran los ojos con sus brazos. Cuando volvieron a mirar no había nada, solo un vestido y un velo de encaje en el suelo junto con una bala del calibre 38 usada. Sobre el cielo ya se veía el amanecer que apartaba el manto de la noche, y sobre el mismo 2 gavilanes volando en círculos Se cuenta que años después, en aquella misma calle, cuando es noche de tormenta, es facil ver el reflejo de una mujer en el agua de los charcos observando el cielo desde el suelo mientras las gotas replican como pequeñas campanas sobre su cuerpo.
SERGIO CARRASCAL 