Llovía sin parar y ella seguía tras la ventana. Miraba fijamente el banco que estaba bajo la gran acacia de la plaza mientras el agua recorría el cristal dibujando caprichosos surcos que se perseguían entre si.
Con sus manos acariciaba como queriendo tocar aquellas gotas mientras de sus ojos brotaban lágrimas que se asemejaban a la lluvia. Aún con los ojos cerrados veía aquel banco de metal forjado, la añoranza de quien se fue para nunca mas volver. Un trueno golpeó con fuerza sus sentidos y reacciono.
Se dio la vuelta y salió corriendo hacia la calle. En pocos segundos estaba empapada. Su cabello era como serpientes caminando por su cuello, al igual que su vestido de verano, adherido a su grácil cuerpo dibujando su contorno mientras el agua mojaba cada centímetro de su piel. No había nadie en la calle, y si la hubieran visto, la habrían llamado loca, pero es posible que a ella ya no la hubiera importado.
Se acercó bajo el gran árbol y se sentó en aquel banco. Con la lluvia como compañero y el recuerdo de un ayer,acariciaba las rugosas formas de hierro fundido como si de seda se tratase. Con la mirada fija en un punto buscaba una razón para vivir, intentaba escuchar el latido de un corazón dormido que hacía mucho tiempo que soñaba en el lugar de las tinieblas.
De repente notó una cálida y rugosa mano sobre su frío hombro. Era un anciano que bajo un sombrero se guarnecía de la lluvia. Se sentó a su lado, y con la expresión de su sabia mirada y su rostro surcado por las arrugas del tiempo la dijo :¨A veces perdemos la esencia de la vida, vemos jeroglíficos en el aire que respiramos sin darnos cuenta que podemos traducirlos en esperanza de creer en nosotros. Las señales pasan frente a ti, te miran a los ojos y tu los cierras apartando la vista hacia otro lado y sin quererlo, dejas pasar la vida, preocupándote de otras cosas que te alejan de lo que mas quieres..porque a veces, solo a veces, la razón de tu vida está dentro de ti y solo tienes que creer en ello..ahora, abre los ojos y sonríe, porque ha salido el sol..¨
Ella giró la cabeza y fijo su tierna mirada en aquel anciano de sabias palabras. Por segundos, su rostro empezó a brillar al igual que un rayo de sol al tiempo que dejaba de llover. Ya no había motivos para estar tras la ventana viendo siempre aquel banco vacío y oxidado, ya que ahora, creía en ella .
Levantándose del banco giró la cabeza y con una sonrisa dijo adiós al anciano.