La luna estaba en lo mas alto del manto de la noche iluminando con su aureola blanca el tapiz del verde prado antes bañado por la luz del sol. El silencio solo roto por el descompasado sonido de un grillo que hacía música escondido entre una pequeña piedra dejaba ver en la oscuridad notas de paz y armonía.
Si..observaba allí sentado el cielo plagado de estrellas, y quería contarlas, una a una, aquel reto me parecía imposible pues cuando llevaba casi 1000 perdía la cuenta cegado por la luna y su resplandor. La mire con firmeza como retándola a dejarme contar todas las estrellas pues ella me distraía con su luz.
Note un frío agradable, como si alguien me soplara desde lo alto. Me envolví en mi vieja capa sin perder de vista las estrellas pues no quería dejar de mirarlas como si por dejar de hacerlo estas desaparecieran de mi vista,la sensación era inmensa, total, aunque mis ojos ya vidriosos y mojados por las lágrimas se resistían a permanecer abiertos pues ya era tarde y el sueño llamaba a mi puerta.
Me recosté sobre la hierba y note mi cuerpo entumecido por las cicatrices de las batallas..esas que siempre marcan y no se olvidan. Por un momento cerré los ojos y frente a mi volaban las flechas mientras yo me protegía al amparo de una roca y mi escudo. Golpes, sangre y dolor para después el silencio. El salado sabor de las lagrimas me recordó lo que era llorar desde el corazón y no por el dolor del acero atravesando tu cuerpo.
Quizás me gustaba ver esas estrellas porque en ellas veía cada amigo, cada ser luminoso que deseaba tener a mi lado, veía mis sueños, caminos por recorrer,ríos y valles llenos de vida , amor por doquier, en ellas estaban mis anhelos, era como un baúl inmenso donde todo tiene cabida.
Ahora, cubierto solo por mi capa ocultando mi cuerpo desnudo dejo que sea la noche la que me arrope bajo el manto de las estrellas y sea la luna quien vele por mis sueños para que al despertar mi corazón recupere la chispa que lo haga arder de nuevo.
SERGIO CARRASCAL 