La oscuridad todo lo inundaba, no había ni un ápice de luz en aquel lugar y se sentía sola y desorientada. Su cabeza la daba vueltas, sus ojos empapados en lágrimas que no dejaban de salir de sus rasgados ojos marrones impedían ver dentro de la nada. Con sus brazos se secaba a aquella fuenteSigue leyendo «La luz apagada.»