Junto con las campanadas de medianoche la gente de aquel pequeño pueblo podía escuchar los acordes de un violín , aunque muchos creían que se trataba del viento jugando entre la vieja torre de la iglesia , o quizás el sonido de la campana deformado por la imaginación de las personas que querían creer en la leyenda de la violinista y la lágrima.
Contaba la leyenda que hace muchos años, en los tiempos donde batirse en duelo era habitual para salvaguardar el honor propio o el de alguna dama, un joven caballero perdió su vida atravesado por la espada de un pendenciero que lo esperó a traición, mientras su amada vio cómo se desangraba en el frío suelo de piedra y mugre.
Aquella mujer rota de dolor por perder a quien más amaba sin poder cumplir sus sueños , sin ese último beso apasionado que tanto la daba la vida, sin ese calor de su cuerpo en las noches frías, sin sus manos acariciando su piel y haciendo que mil mariposas dibujaran caminos de felicidad y canciones de amor verdadero, todo ello, se había marchado para siempre.
Su dolor era terrible, solo podía desahogar su atormentada alma tocando un viejo violín . Sus notas musicales eran como gritos al más allá , pidiendo que la devolvieran a su amado . Nunca salía de su casa, solo tocaba y tocaba aquel instrumento melancólico , como esperando que un día , por la puerta, apareciera el , sonriente, presto a abrazarla y no soltarla jamás .
Él tiempo pasó , y en aquella habitación solo quedó aquel violín, confidente de sus penas, sin unas manos que lo tocaran , sin un alma que le diera la vida. Nadie fue capaz de hacerlo sonar, nadie hasta que un día , una joven sintió el dolor por el que había pasado, sintió todo y colocándoselo en su hombro, dejó escapar una lágrima, y con ella, aquel violín empezó a sonar de nuevo sin poder dejar de tocarlo .
Esa mujer desapareció junto con su música, nunca nadie la volvió a ver, más dicen que en las noches más duras y tristes, cuando alguien tiene el alma rota y sus lágrimas cáen por sus mejillas, puede escuchar aquel violin .