Sus ojos estaban enrojecidos de tanto llorar.Sus suspiros se mezclaban con las lágrimas que resbalaban por su mejilla mientras acariciaba la fría lápida con sus uñas arañando despacio el duro y pesado mármol. Llovía a cántaros,sin parar, dejando que su maquillaje hiciera dibujos en su bonito y triste rostro. Nadie estaba en el cementerio en ese momento, algoSigue leyendo «El abrazo final.»